Reseña del editor:
¡Ah!, ahora comprendo los excesos y las violencias que acompañan a las primeras violencias populares, y me explico ciertos crímenes que la razón no acierta a justificar. Por lo que en mñi pasa comprendo lo que puede ser la pasión de innumerables seres vejados y maltratados por una tiranía de siglos; comprendo las catástrofes de la venganza popular, llevada a cabo por hombres sin instrucción ni conocimiento alguno del mundo y de la sociedad; me explico que la multitud no se detenga, sino que avance siempre, destruyendo todo lo que encuentra al paso, acordándose sólo de sus agravios y olvidando toda la ley de humanidad. ¿Y esa gente se espanta de que la cuerda estalle, cuando ellos están estirando, estirando, sin comprender que por una ley invariable toda resistencia tiene su límite y toda tiranía tiene su día terrible más tarde o más tempreno?
Nota de la solapa:
En El Audaz, el conflicto entre individuo y sociedad presenta figuras extremadamente agresivas. La historia, situada en 1804, enfrenta a Martín Muriel, joven de origen plebeyo y personificador de los ideales liberales de la futura clase media española, con la sociedad establecida de principios del siglo XIX, dominada todavía por la ideología de los aristócratas y del clero. La pregunta central que se plantea como eje de la obra es: «¿Quién ocupa el centro e impone su sistema de normas y quién está en los márgenes y depende de este sistema?» El protagonista sueña con la formación de una clase intermedia burguesa entre la nobleza y el pueblo. Da a conocer sus aspiraciones en una conversación con el padre Jerónimo de Matamala: «Temblarán los nobles en sus palacios y los frailes en sus claustros. Los primeros tendrán que repartir su fortuna por igual entre sus hijos, creando así una clase poderosa intermedia entre la nobleza y el pueblo, que será la que más influya en la nación, y ustedes se verán reducidos a la cristiana pobreza con que fueron instituidos, pasando sus inmensas riquezas a ser patrimonio de la nación». El joven experimenta un vivo deseo de ver realizados el bien y la justicia, y expresa su anhelo de igualdad: «Los hombres no han de ser iguales destruyéndose, no, no ha de haber nunca igualdad en el mundo sino por el amor».
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